Descripción: Árbol de porte modesto, que apenas alcanza una altura máxima de 5 metros. El tronco es grueso con la corteza gris pardusca y la copa es redondeada. Hojas elípticas, duras, don los márgenes ligeramente ondulados.
Suelo: Se adapta a casi todo tipo de suelos, aunque prefieren los de composición media (ni sueltos, ni pesados), frescos, profundos y fértiles (ricos en humus).
Clima: Árbol de clima cálido, que no soporta ni los fríos intensos con heladas, ni las temperaturas superiores a los 40º C.
Reproducción: Aunque se pueden reproducir por estaca o acodo, lo más habitual es la siembra de semillas de naranjas amargas, que a los dos o tres años se injertan (entre junio y agosto) con una estaca de limonero. Las semillas para siembra deben permanecer en el fruto hasta poco antes de ser sembradas, pues fuera de él se secan y pierden su poder germinativo a las pocas semanas.
Recolección: Si el clima es benigno florece casi todo el año. Los frutos se cosechan cuando están maduros.
Propiedades: Vitamínico, remineralizante, antibacteriano, antiséptico, antioxidante, diurético, depurativo, antianémico, hemostático local, digestivo, carminativo, antidiarreico, antiemético, vermífugo, febrífugo, analgésico, antirreumático, cicatrizante, demulcente, hidratante.
Favorece la cicatrización de las heridas y presenta un efecto protector e hidratante en la piel. Se ha indicado, en aplicación externa, para curar irritaciones, llagas, úlceras, el acné, y acabar con los herpes (herpes labial) y, en forma de gargarismos para las anginas y la faringitis.
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